Giorgio Demarini Basagoitia es un empresario chocolatero, dueño de Roselen Chocolatier, una de las diez mejores chocolaterías del mundo, según National Geographic Travel. En su tienda solo se vende chocolate de cacao peruano.
Cuando era niño y en cada celebración en casa comía los deliciosos chocolates que mamá Elena preparaba, el pequeño Giorgio jamás imaginó que años después sería dueño de Roselen, una de las diez mejores chocolaterías del mundo, distinción que le entregó en el 2016 la National Geographic Travel.
Giorgio Demarini nos recibe en el local de su tienda, ubicado en un importante Centro Comercial de Surco, hace un alto a su día a día para conversar con La República y recordar, ese –ya lejano– 1999, cuando el estudiante de diseño decidió combinar esta profesión con aquella pasión que aprendió de manos de su madre, el chocolate, para ser más preciso, el chocolate peruano.
-¿Cómo combinar el diseño con la chocolatería?, Demarini responde: «Cada bombón es tratado como una obra de arte y una joya de diseño, la cual es un placer a la vista y al paladar pues son realizados a mano en pequeñas cantidades, utilizando cacao Peruano de la mejor calidad y aroma, fusionados con ingredientes frescos y naturales de origen, sin preservantes», indica.
Es precisamente esa particularidad la que lo encumbró al sitial en el que hoy se encuentra, su materia prima, el cacao peruano, del que habla con el amor del padre por su hijo.
«Yo siempre aprendí a valorar el cacao peruano, su calidad, su sabor, su aroma. Cada chocolate que tú vez aquí (nos enseña su mostrador con diferentes presentaciones de finísimos chocolates) está hecho con cacao peruano seleccionado», dice. Así ha sido desde 1999.
Sin embargo, estos casi 20 años al frente de una chocolatería top no han sido fáciles para el empresario.
«Se trata siempre de un trabajo de difusión cultural, conversar con cada cliente que llega, explicarle lo importante que es consumir el cacao nacional, que le da trabajo a productores peruanos y que, además, le gana en calidad y sabor a los que comúnmente se venden en el mercado», dice.
Mientras conversamos, se observa que en el mostrador hay tantos chocolates y de tan variada forma y diseño que no sabría decidir cuál disfrutar.
El empresario destaca sus más originales creaciones como el bombón de ají limo peruano con cítricos, lychee (la fruta exótica más fina del mundo) y flores de geranios o el Romance, elaborado con frambuesas y perfumado con agua de rosas, pero en sí la lista es casi interminable.
Cada uno, señala Demarini, ha sido trabajado por él y su equipo, para lo cual tuvo que capacitarse junto a los mejores chocolateros del mundo en Francia, experiencia que vuelca cada día en su trabajo, a la espera de que el cliente, cuando compre su chocolate, sienta que está adquiriendo toda una experiencia.
El empresario es optimista, dice que poco a poco ve que los peruanos valoran más el producto nacional y confía en que esa tendencia seguirá al alza.
Hoy tiene dos tiendas, pero cree que en los próximos años puede abrir más locales, sobre todo porque la demanda de chocolates finos se expande, los compradores ya no solo provienen de los llamados «distritos top», sino que también de los emergentes.