Giorgio Demarini creció viendo cómo su mamá preparaba chocolates para celebrar ocasiones especiales y atender los pedidos que le hacían los amigos. Cuando terminó el colegio y empezó a estudiar diseño gráfico, empezó también a mirar el chocolate con otros ojos. Se enamoró de su textura, color y aroma y lo convirtió en la materia prima ideal para desarrollar su talento artístico.
Poco tiempo después, el cuarto de los cinco hijos de la señora Elena decidió que había llegado el momento de revolucionar la manera en la que estaban trabajando. Viajó a Canadá para estudiar en Ecole Chocolat, Escuela Profesional de Artes del Chocolate, donde se graduó con honores como Professional Chocolatier y luego fue a Francia para aprender chocolatería artística con especialización en técnicas tradicionales.
De regreso en Lima abrió las puertas de Roselen y poco a poco convirtió el pequeño negocio familiar en una de las diez mejores chocolaterías del mundo, distinción que le otorgó la National Geographic Travel en el 2016.